¿Cómo debe ser la enseñanza en el siglo XXI? Retadora, con sentido de orientación, dominio de conocimiento y palabra, sólida para hacer frente a las adversidades que caracterizan al aula; flexible para conducir al alumno en el camino productivo del aprendizaje; solidaria para saber construir el camino educativo junto a sus pares; abierta a considerar la participación de otros agentes afines y comprometidos con el quehacer quehacer; innovadora al incorporar estrategias, herramientas y recursos -eficientes y eficaces-, propias de su tiempo; y ante todo, humanista, para que el alumno encuentre en su realización, el semillero que impulsa su desempeño por aprender, desaprender y reaprender (Frase de autoría Herbert Gerjuoy).
La enseñanza transformadora es un procedimiento estratégico que realiza el docente, para conectar el mundo cotidiano de los estudiantes, con los nuevos valores y saberes impartidos. Desde una acepción asertiva, como ejercicio educativo responde a las desigualdades educativas generadas por una sociedad injusta y la plena voluntad por superar las barreras que provocan dicha situación. Como estrategia, se inclina por generar prácticas cognitivas que resultan estimulantes y retadoras en los procesos de aprendizaje. Implica además, emprender la conversación educativa para extender e intensificar la interacción entre los enseñantes y estudiantes.
El carácter social de la educación transformadora, resulta para la enseñanza un enfoque pedagógico innovador para el desarrollo del pensamiento desde el aprendizaje; un ejercicio creativo de la capacidad docente, estrechamente relacionado con las condiciones de contexto. Una manera diferente de concebir el acto educativo, que surge de la necesidad de cambiar los contextos adversos en que se desarrolla el aprendizaje. Una condición pedagógica que lleva a los alumnos, a un empoderamiento de los conocimientos y saberes, en su útil aplicación desde la realidad. Atiende por tanto, una doble perspectiva del proceso; que el logro de los aprendizajes sea relevante para los estudiantes; y la mejora profesional que implica esta perspectiva educativa para el profesorado.
En este sentido, Medina (2009) en la obra colectiva sobre “Didáctica general”, señala que “el docente de hoy debe plantearse nuevos interrogantes, ya no centrados en el qué enseñar, sino en cómo perfeccionar lo que viene realizando. La reflexión indagadora de la propia práctica le permitirá descubrir nuevos sentidos a la hora de gestarse el proceso de enseñanza-aprendizaje, investigando sobre qué es lo que están aprendiendo los estudiantes y qué valor se le otorga al conocimiento. La nueva perspectiva de la enseñanza transformadora deberá situarse en este marco de complejidad, creando en cada uno de los docentes un espíritu de indagación constante sobre los problemas que a diario se presentan”.
La enseñanza transformadora implica la integración de un perfil docente que responda a las nuevas exigencias de la formación de alumnos aptos para incursionar en la sociedad del siglo XXI. Este perfil profesional debe contemplar además de competencias básicas (pedagógicas); las habilidades específicas, didácticas y transversales (o genéricas) que son requeridas en el momento de llevar a la práctica un tipo de enseñanza que aspira a la excelencia educativa, mediante la transformación del docente, el alumno y su entorno social.